¡El Borjamóvil ha muerto! ¡Larga vida al Borjamóvil!

Bueno, de nuevo he dejado pasar un porrón de tiempo desde mi último post en el blog (tres años, madre mía), pero es que tengo que compartir noticias muy importantes sobre un ilustre personaje que ha protagonizado muchísimos posts en este blog: el mítico Borjamóvil. Un Honda Civic 2002 que compré allá por 2008 (cuando yo todavía era un doctorando), y que me acompañó en numerosos road trips por todo EEUU (muchos de los cuales relaté en este blog). Prácticamente actor secundario en BorjaNet, vamos. Aquí lo tenéis, allá por febrero de 2008, recién llegado del concesionario:

Y la noticia, como ya intuis, es que el Borjamóvil, desafortunadamente, ha llegado al final de sus días 😦

Pero antes de relatar lo que ha pasado, recordemos los buenos tiempos que pasé con el Borjamóvil, empezando por los posts donde relaté la compra del Borjamóvil:

En su momento, fue toda una aventura comprar el Borjamóvil, y tocó lidiar con personajes bastante cuestionables (unos vendedores de coches usados que me recordaban mucho a Stan de Monkey Island). En esos posts lo cuento en abundante detalle.

El Borjamóvil acabó siendo un fiel compañero durante casi quince años, que se dice pronto. Aunque era un modesto coupé por fuera, por dentro era un verdadero tanque. Nunca tuvo problemas mecánicos ni me dejó tirado en la cuneta, incluso en los road trips más ambiciosos. Más de una vez me he referido a él como un «irreductible galo», porque durante años se ha resistido al invasor (vamos, a tirar la toalla).

Y hablando de road trips, recapitulemos los road trips que me he pegado con el Borjamóvil:

  • 2010: Chicago, IL → Boulder, CO → Tucson, AZ → Austin, TX → Huntsville, AL → Chicago, IL (~7,800 km)
  • 2012: Chicago, IL → Rapid City, SD → Deadwood, SD → Yellowstone National Park → Zion National Park → Kansas City, MO → Chicago, IL (~7,700 km)
  • 2017: Chicago, IL → Toronto, ON → Montreal, QC → Quebec City, QC → Acadia National Park, ME → Mount Washington, NH → Provincetown, MA → New York City, NY → Chicago, IL (~5,300 km)
  • 2021: Chicago, IL → Pittsburgh, PA → Washington, DC → Chicago, IL (~2,250 km)
  • Varios mini road trips: Mammoth Cave National Park, KY (2015), Rapid City, SD (2017), península superior de Michigan (2020), y el sur de Illinois (2020).

Para los dos primeros road trips, si vais al Archivo y buscais «road trip» podréis ver posts detallados que escribí cada día de esos road trips.

En fin… ¿y qué le ha pasado al Borjamóvil? Pues que ya tenia 20 años, y en el concesionario ya me advertían que dentro de poco iba a tener que gastar un pastizal en reemplazar partes del coche que empezaban a estar un poco cascadas. Y, aunque el Borjamóvil todavía podría haber servido con honor durante varios años más, también empezaba a echar en falta todas las virguerías que tienen los coches modernos: el Bluetooth, el Android Auto, la camarita trasera del coche, etc.

Así que hace un par de meses decidí que ya era hora de jubilar al Borjamóvil. El proceso esta vez fue muy distinto a cuando compré el Borjamóvil en 2008: me decanté por comprar el coche en CarMAX, una especie de concesionario 2.0 donde (1) casi todo el proceso de la compra lo haces a través de su web, y (2) no hay que regatear el precio del coche. A través de su web, solicité que me avisasen si recibían algún Honda Civic más nuevo y de marchas, y recibí varias notificaciones que no me llamaron mucho la atención, hasta que por fin apareció un Honda Civic 2017 con una pinta estupendísima.

Lo reservé, para que pudiese probarlo en el CarMAX local sin temor a que alguien lo comprase antes, pero resultó que estaba en Carolina del Norte, así que tuve que esperar a que lo trajesen desde ahí.

Ordinariamente, habría llevado el Borjamóvil a CarMAX, me lo habrían comprado (y descontado el precio en el coche nuevo), y colorín colorado. Pero no, esta historia tuvo un plot twist inesperado: hace dos semanas, ¡unos cacos le robaron el conversor catalítico al Borjamóvil! Vamos, en el peor momento posible, porque no merece la pena repararlo, y en el concesionario ya no me lo querrán comprar. Pero aparte, la rabia que me dio que, después de una carrera tan distinguida, el Borjamóvil tuviese que encontrarse con semejante final. Vamos, así estaba yo, con la lagrimita en el ojo, en frente del Borjamóvil explicándole a un poli lo que había pasado:

Al final acabé donando el Borjamóvil a CARS, una organización sin animo de lucro que se encargar de vender tu coche (en cualquier estado, aunque no funcionen) y dona el dinero a la organización que tu designes (yo escogí el Center on Halsted, una organización LGBTQ+ de Chicago). Una diferencia importante con llevar el coche al concesionario es que se encargan ellos mismos de recogerlo; aquí está el Borjamóvil la última vez que lo vi:

En fin, ayer me avisaron los de CarMAX que el coche que reservé por fin estaba listo, y que podía ir a probarlo y, si me gustaba, comprarlo in situ. Y, efectivamente, veni vidi compri. Sin más dilación, os presento al Borjamóvil II:

De momento, tiene pinta de ser un digno sucesor del Borjamóvil original. Conduce de maravilla, y tiene más espacio que el Borjamóvil original, sin ser gigantesco. Y, por supuesto, estoy encantado con todas la chorraditas modernas que incluye.

En fin, como viene siendo costumbre en BorjaNet, me imagino que el siguiente post sera dentro de un par de años, así que os recuerdo que, si queréis seguir mis peripecias (incluidos futuros road trips), seguidme en Twitter (@borjasotomayor), donde escribo con bastante frecuencia.

Apretando el cinturón

A pesar de todos los recursos que reciben muchos estudiantes de doctorado aquí en EEUU, el presupuesto de un doctorando sigue siendo evidentemente limitado. En mi caso, da para vivir en un piso propio (con dormitorio, salón, y cocina; es decir, no un estudio) con los consiguientes gastos (agua, calefacción, electricidad, y amenidades como Internet y televisión por cable), y algún capricho cada mes, pero poco más (aunque, por lo que tengo entendido, esto es bastante más de lo que se puede permitir un «becario precario» en España). Evidentemente, ahora que me he comprado un coche, esto supone varios gastos adicionales al mes: las mensualidades del préstamo, el seguro del coche, y la gasolina. En previsión de estos gastos, tomé unas cuantas medidas para ahorrar gastos cada mes. En caso de que puedan resultar interesantes (y útiles) a otras personas (sobre todo otros estudiantes viviendo en EEUU), las comento en este post.

El primer ahorro, y bastante importante, fue cancelar mi linea telefónica «tradicional». Estaba pagando una cantidad indecente de dinero al mes por una linea telefónica que apenas utilizaba e, incluso si la utilizase a menudo, el coste de las llamadas era alto en comparación con la alternativa que acabe tomando: VoIP (Voz sobre IP). En resumidas cuentas, esto significa que realizo todas mis llamadas a través de Internet. Sin embargo, esto no significa que tenga tirar de auriculares y micrófono delante del ordenador cada vez que quiera hacer una llamada. De cara al usuario, y con un equipamiento bastante asequible, VoIP funciona exactamente igual que la telefonía tradicional. Puedes seguir utilizando teléfonos convencionales, conservar tu número de teléfono, llamar a gente que siga en la red telefónica tradicional (y viceversa, la gente que esté conectada a la red telefónica tradicional te pueden llamar a un número de teléfono), etc. Enfatizo esto porque, cuando me hablaron de VoIP, yo también pensaba que significa hacer llamadas de baja calidad en frente de un ordenador, y acabé estando gratamente sorprendido.

Por ejemplo, echadle un vistazo a mi proveedor actual de telefonía VoIP: Callcentric. No estoy afiliado con ellos, ni me darán ningún tipo de recompensa si los visitáis y/o contratáis servicios con ellos. Lo que pasa es que llevo con ellos desde Agosto y estoy tan sumamente encantado con ellos, que no puedo evitar desgranar sus virtudes a bombo y platín. A saber:

  • Pago $1.95 al mes. Las llamadas locales me salen $0.0198 por minuto, y las llamadas a España me salen $0.0209 (o 0.014€) por minuto. Comparese con los $0.08 por minuto que me cobraba mi anterior proveedor. Hay planes con llamadas ilimitadas (tanto nacionales como internacionales) a precios muy asequibles, pero a mi no me merecen la pena puesto que soy un usuario ocasional.
  • La calidad de las llamadas es prácticamente igual que con la red telefónica convencional. A lo sumo, a veces me dicen que suena como si estoy llamando desde un móvil, pero nada más.
  • Al pasarme de mi proveedor anterior a Callcentric, pude conservar mi número actual.
  • La cuenta se gestiona íntegramente a través de su web. No hay que tratar con operadoras insoportables por teléfono. Te resuelven las dudas a través de un sistema de «support tickets» que atienden muy rápidamente. Evidentemente, esto no es apto para no-iniciados, pero para gente técnica me parece ideal.
  • «Call Treatments». Esto me encanta. En-can-ta. Es básicamente un sistema de filtros para las llamadas (de nuevo, configurables a través de su web). Por ejemplo, cuando mis padres me llaman a casa entre semana y en horario de trabajo, la llamada se transfiere automáticamente a mi móvil. Mis padres pagan el coste de una llamada a un fijo internacional (en lugar de un móvil internacional, que sale un ojo de la cara), y yo pago el coste de una llamada de fijo a móvil nacional (que sale muy barato).
  • En casa puedo seguir utilizando un teléfono normal y corriente (gracias a un adaptador ATA que permite «enchufar» el susodicho teléfono a Internet). Además, cuando estoy de viaje, tengo la opción de hacer llamadas desde mi portátil.

Evidentemente, para que funcione este invento hay que tener una conexión decente a Internet. Al cancelar mi linea telefónica, pasé a tener Internet por cable, que resultó ser aun más rápido que el ADSL que tenía. Eso sí, según el proveedor (yo tengo Comcast), pillar Internet por cable puede salir tan caro como el ADSL si lo contratas a secas, ya que los proveedores quieren que contrates más de un servicio y aplican descuentos importantes si lo haces. Sin embargo, como yo tenía televisión por cable, el coste total de televisión + Internet resultó ser bastante bueno, y mucho menor que si hubiese contratado ambos servicios por separado (y supuso un ahorro con respecto a tener una linea telefónica tradicional + ADSL).

El segundo ahorro fue pasar de móvil de contrato a móvil de prepago (o «de tarjeta», como a veces se dice en España). Cuando me pillé mi primer móvil en EEUU, ilusamente lo pillé de contrato (tras haber tenido móvil prepago toda mi vida en España) porque me pareció que estaría bien no tener que andar preocupándome de cuantos minutos llevo gastados, andar recargando el móvil, etc. Sin embargo, acabé dándome cuenta de que estaba pagando al mes mucho más de lo que pagaría si tuviese un móvil prepago (de nuevo, esto seguramente no será cierto para aquellos que sean usuarios muy habituales del móvil). Así que me pasé a un prepago. Eso sí, mucho cuidado en EEUU: hay muchas compañías que ofrecen planes prepago, pero no son en absoluto como en España. Por ejemplo, aunque no te cobran una mensualidad, te cobran un «daily access fee» cada día que utilizas el móvil (y luego te cobran por los minutos). En algunas compañías te cobran hasta $0.99, lo que significa que, si haces una llamada breve todos los días, acabas pagando casi $30 al mes. La única compañía que he encontrado en EEUU que tiene un sistema similar al español es T-Mobile. No cobran un «daily access fee» y tienen unos precios bastante razonables. Y, para dorar la pildora, me permitieron conservar mi número de móvil al pasarme de mi proveedor anterior (Verizon) a ellos.

El tercer ahorro es tener un historial de crédito en EEUU. El sistema de crédito en EEUU es un lío tremendo, y no sé si podré resumirlo adecuadamente…. A ver… Hay tres compañías –Equifax, Transunion, y Experian– cuyo propósito es estar al corriente de todas las actividades que pueden impactar el riesgo de crédito de una persona (desde el punto de vista del prestador: «que riesgo hay de que el prestatario no repague su crédito»). Esta información típicamente incluye tu historial de empleo, todos tus créditos en curso y también los que ya has pagado (incluyendo tarjetas de crédito, prestamos, hipotecas, …) , todas las veces que te has retrasado en pagar una mensualidad, si has estado en bancarrota, etc. En base a esta información (que reciben de bancos, instituciones financieras, etc.), estas compañías asignan a cada persona un «credit score«, una puntuación que resume tu «creditworthiness» (el «merecer un crédito»): cuanto más alta, más posibilidades de que te concedan un crédito y con mejores condiciones.

¿Y por qué resulta esto una medida para ahorrar? Pues porque cuanto mejor sea tu «credit score», menor será el interés en tus prestamos (incluyendo el préstamo del coche). Además, esta puntuación se está empezando a utilizar en ámbitos no-bancarios, como en las aseguradoras ya que, al parecer, tener una buena puntuación de crédito es un indicador de que vas a ser un conductor responsable. Por tener una «credit score» buena, mi aseguradora me rebajó mi mensualidad unos $40 (que parece poco, pero cuando estás presupuestando cada dolar, pues cualquier ahorro es bueno). Otro ejemplo: al comprar un móvil con contrato, miran tu historial de crédito para ver si pagas todas tus mensualidades. Cuando me compré mi primer móvil en EEUU, todavía no tenía un historial de crédito, y la compañía telefónica me cobró $400 en concepto de deposito de seguridad (que me devolvieron al cabo de un año).

Lo jodido del sistema de crédito en EEUU es que para obtener una buena puntuación primero tienes que endeudarte y demostrar que puedes pagar esa deuda. Esto es un circulo vicioso: para mejorar mi puntuación tengo que endeudarme, pero nadie me concederá un crédito si no tengo una buena puntuación. Por ejemplo, durante mis primeros dos años en EEUU, a pesar de estar empleado y con un sueldo, ningún banco quería darme una tarjeta de crédito (ojo: no tenían ningún problema en darme una tarjeta de débito, el tipo que se carga directamente en tu cuenta corriente). Otro banco me denegó un préstamo pequeño para comprarme un ordenador durante mi primer año. Todo ello porque no tenía ningún historial de crédito. Al final, un banco se «arriesgó» y me concedió una tarjeta de crédito con un limite absurdamente bajo ($400) y un interés desorbitado (27%). Sin embargo, al utilizar la tarjeta y pagar todas mis mensualidades religiosamente, fui construyendo mi historial de crédito y mejorando mi puntuación, con lo cual el banco fue incrementando el límite y rebajando el interés.

Resumiendo, el consejo: si sabes que vas a vivir en EEUU durante unos cuantos años, es recomendable empezar a construir tu «creditworthiness» lo antes posible obteniendo una tarjeta de crédito (o dos). Ni siquiera hay que utilizarlas a menudo, simplemente hay que tenerlas (aunque te suelen recomendar que, para mejorar tu puntuación aun más, tienes que mantener un balance de 35% en tus tarjetas de crédito). Si no tienes un historial de crédito y en algún momento quieres plantearte comprar un coche o simplemente pillar un préstamo para un gasto inesperado, es muy probable que el banco te lo deniegue, o imponga unas condiciones muy desfavorables. Y, como he comentando antes, el tener una buena puntuación también acabará afectando otros gastos, como seguros, contratos a largo plazo, etc.

En fin, ahí quedan esas medidas de ahorro. No sé si le servirán a más gente pero, a mi por lo menos, me han permitido comprarme un coche y todavía llegar a fin de mes sin agobios (algo que no podría decir si todavía tuviese que pagar por la linea telefónica, el movil de contrato, o tuviese un interés más alto en el prestamo de mi coche).

Habemus vehiculum (y 3)

En la anterior entrega de Habemus vehiculum relaté como me había pasado un sábado entero yendo de concesionario en concesionario buscando un coche decente. Como conté entonces, el Borjamóvil fue uno de los primeros coches que vi, pero no quise ponerme a negociar el precio cuando todavía nos quedaban tantos concesionarios por ver. Veamos pues, en esta última entrega, lo que pasó cuando volví al concesionario al lunes siguiente para negociar la adquisición del Borjamóvil.

Llegué al concesionario justo cuando abrieron sus puertas el lunes, para evitar sorpresas del tipo «uy, que ya se lo hemos vendido a alguien». El vendedor que me atendió el sabado estaba justo en la entrada, y le pregunté a ver si los coches que vi el sabado seguían estando disponibles. Lo consultó en el ordenador, y me dijo que sí. Pregunté por ambos coches porque no quería desvelar de inmediato que me interesaba principalmente el Borjamóvil, ya que de lo contrario el vendedor iría directo a la yugular. Durante unos cuantos minutos le hice preguntas sobre los dos coches que vi el sábado, y finalmente dije «Pues el Honda Civic 2002 tiene muy buena pinta, pero uyyyy que caro sale!», y empezaron las negociaciones.

Antes de hablar sobre la negociación sobre el precio, tengo que mencionar que en EEUU no solo hay una industria montada alrededor de la compra/venta de coches usados: hay una industria montada alrededor de la valuación de coches usados. Hay varias webs (algunas de las cuales requieren pagar una cuota mensual) en las que es posible encontrar el fair price («precio justo») de un coche usado basado en su edad, millas, accesorios, etc. Las principales son Consumer Reports, Kelley Blue Book, y NADA. Es imprescindible investigar estos precios antes de ir a un vendedor de coches usados porque, de lo contrario, te la pueden meter doblada. Yo me miré estas webs religiosamente (aprovechando que un amigo había comprado un coche recientemente y estaba suscrito a Consumer Reports), y determiné que el precio justo de mi coche era X dólares. Esto se salía ligeramente de mi presupuesto, pero todavía era factible. Cuando visitamos el concesionario el sábado, la pegatina en el parabrisas del coche indicaba que el precio del coche era de X + $7,000. A-co-jo-nan-te, sobre todo teniendo en cuenta que por ese precio podría comprarme un coche nuevo (de la gama más baja posible, pero nuevo no obstante).

En fin, volvamos a la negociación con el vendedor. En cuanto desvelé que estaba al corriente de los precios justos de este coche, el vendedor rebajó, de golpe, el precio hasta X + $1,000. ¡Un descuento de $6,000! Al parecer, esto no es demasiado raro, ya que saben que la gran mayoría de la gente está al corriente de los precios justos del coche y, aunque es habitual pagar algo más que el precio justo, un coste adicional de $7,000 es suficiente para mentar al vendedor a la madre que lo parió. Sin embargo, me imagino que no es mala táctica poner precios desorbitados en los coches, para el 1% de la población que es lo suficientemente pardilla como para pagar ese precio. Alguno seguro que acabará mordiendo el anzuelo, y de vez en cuando te llevas una jugosa comisión…

Evidentemente, el precio de X + $1,000 todavía era un poco excesivo, aunque había unos cuantos factores que jugaban en mi contra. Lo más importante es que, hasta hace poco, ese coche no estaba categorizado como un «coche usado» sino como un «coche certificado». Esto significa que era un coche usado que el fabricante (no el vendedor) había inspeccionado, certificando que estaba en perfectas condiciones. Es decir, que tienes la tranquilidad de que no te están vendiendo un coche al que se le va a caer el radiador tras un par de días de uso. Sin embargo, aunque estaba inicialmente categorizado como «certificado», nadie lo compró y el coche recientemente se recategorizó como «usado» (puesto que un coche certificado -al menos los de Honda- no puede tener más de 5 años de edad).

A estas alturas, seguro que más de uno se está preguntando: ¿Pero cómo sabes que todo el rollo de la certificación es cierto? ¡Igual es un trasto medio destrozado al que le han aplicado un par de capas de pintura para que parezca presentable y te están contando un cuento digno de los Hermanos Grimm! Bueno, pues resulta que en EEUU también hay una industria montada alrededor de la auditoría de coches. En concreto, hay varias compañías que recopilan información sobre todo lo que le pasa a un coche durante su vida (basandose en informes de mecánicos, etc.), y luego venden esa información por un precio razonable. La principal compañía es CARFAX y, al igual que la investigación de los precios justos, es imprescindible ir al concesionario con el informe de CARFAX en mano para asegurarse de que no te están dando gato por liebre (de hecho, los concesionarios generalmente te proporcionarán el informe ellos mismo, y suele ser sospechoso si no te lo quieren dar). En fin, a través de CARFAX pude verificar que el coche (1) había tenido un único dueño, (2) fue vendido al concesionario, y pasó la certificación de Honda, a finales de 2007, y (3) fue recategorizado como un coche usado en Febrero. Por supuesto, en el concesionario también les pedí que me enseñasen los papeles de la certificación de Honda, que tenían pinta de ser auténticos y de estar en regla.

Bueno, ¿dónde estaba? Ah, si: X + $1,000. El hecho de que solía ser un coche certíficado complicaba la negociación, pero me olía que igual podía rebajar el precio un poco más. Le dije al vendedor que estaba dispuesto a pagar X + $500. Llegados a este punto, el vendedor tiene que «discutirlo con [su] gerente». Me deja en su cubiculo durante un rato, y vuelve diciendome «No le ha gustado esta oferta. No le ha gustada en absoluto». Llegados a ese punto, empiezo a citar números concretos de los informes de precios justos, y le digo que me explique por qué tengo que pagar $1,000 extra por un coche que está valorado en sólo X dólares. El vendedor no responde la pregunta y, en cambio, de la nada, aparece el gerente (por lo que me han comentado, no es raro que los vendedores tengan el teléfono con una linea abierta al gerente, sin que tu te des cuenta, para que pueda seguir las negociaciones). El gerente me explica que ellos compraron el coche por X + $500, que tienen que venderlo por más dinero para que sea una venta beneficiosa, me muestra los libros, el papeleo que (supuestamente) demuestra que eso es lo que ellos pagaron por el coche. Les digo que resulta un poco difícil de creer que un concesionario acabe pagando más que el precio justo, cuando suele ocurrir todo lo contrario. Me suelta un rollo macabeo sobre como hay mucha demanda para coches pequeños que consumen poca gasolina, porque la gasolina está muy cara, que el concesionario está en un barrio donde hay muchos polacos (¿lo cualo?) que conducen coches con marchas, con lo cual la demanda es incluso más alta, que la abuela fuma en pipa, etc.

Al final, no había manera de que bajasen de los X + $1,000. Sin embargo, era innegable que era un coche bastante bueno, previamente certificado por Honda, que conducía de maravilla, y que iba a ser dificil encontrar un coche de marchas similar por estos lares. Por otro lado, X + $1,000 se salía completamente de mi presupuesto, y únicamente me lo podía permitir con una inyección de capital y con un prestamo que tenga buenas condiciones (ya tenía pensado coger un prestamo para financiar parte del coche, pero este precio significaba que sólo iba a ser factible si encontraba un prestamo con condiciones superlativamente buenas). Llegados a este momento, les digo que tengo que hablar con mi gerente. Es decir, con mis padres, porque no voy a comprometerme a algo tan importante sin primero consultarlo con gente que tiene bastante más experiencia en estos temas que yo. Al final decidimos seguir adelante con la compra, pero con la condición de que tienen que compensarme el coste extra de alguna manera.

Así que les digo: «Estoy dispuesto a pagar X + $1,000 por este coche, pero me tenéis que buscar un préstamo cojonudo e incluir algo extra para que no salga de aquí pensando que me habéis tomado el pelo.». Por «prestamo cojonudo» me refería a dos cosas: (1) Las mensualidades tienen que ser lo más bajas posibles y (2) debe ser un prestamo que me permita pagar la deuda pendiente, parcialmente o de golpe, cuando me de la gana (hay prestamos que, cuando dicen «a N años», se refieren estrictamente a eso; si intentas pagar el prestamo a la mitad de esos N años, te seguirán cobrando el interes que habrías acumulado si hubieses mantenido esa deuda durante N años). Estas condiciones vienen motivadas porque ahora mismo tengo un presupuesto mensual bastante limitado (con un sueldo de estudiante de doctorado), pero eso dejará de ser un problema cuando me doctore. Es decir, ahora mismo quiero pagar lo mínimo posible al mes (aunque suponga sacar un prestamo con una duración desorbitada), con vistas a pagar el resto del prestamo, de golpe, cuando pase a tener un trabajo que pague mejor (es decir, cuando me doctore). Hay una cierta cantidad de riesgo en esta decisión: si no me doctoro, estoy jodido, aunque me parece que no llegaré a ese extremo.

Tras decir esto, añadí el siguiente ultimatum: «De lo contrario, me levanto y me marcho». Esta es otra sugerencia que te dan al comprar un coche: siempre tienes que estar dispuesto a romper las negociaciones de golpe, aunque sea el coche de tus sueños. No sé si fue porque las condiciones que les ofrecí les parecieron aceptables, o por enfrentarse a perder una venta de X + $1,000 dolares, o una combinación de ambos factores, pero el resultado final fue que aceptaron estas condiciones. Ya quedaba menos para ser el dueño de mi primer coche…

Una vez que se ha establecido que tienes un trato, lo siguiente es hablar con el gerente financiero para establecer los términos exactos del préstamo y discutir servicios opcionales para el coche. Leí en varias páginas web que esta experiencia suele ser más agradable que tratar con el vendedor, con el que evidentemente existe una relación antagónica porque el vendedor cobra una comisión proporcional al precio al que te vende el coche. El encargado de las finanzas, en cambio, no tiene ninguna agenda oculta. En mi caso, tratar con el gerente financiero fue una gozada. De entrada, me preguntó a ver de cuanto tiempo disponía. Le dije que, si era necesario, podía reservar el día entero para comprar el coche. Se mostró visiblemente sorprendido, y me explicó que, una vez se ha alcanzado un trato con el vendedor, muchos compradores quieren salir del concesionario lo antes posible, con lo cual le dan muy poco tiempo al gerente financiero para que encuentre un buen préstamo. Yo le dije que se tomase todo el tiempo que fuese necesario hasta encontrar un préstamo que cumpliese mis condiciones. Al final, se tiró una hora al teléfono hablando con bancos negociando condiciones para un préstamo. Tengo que admitir que el tío se lo curró bastante. Al final, me presentó un préstamo que, no solamente se ajustaba a mi presupuesto mensual (y cumplía la condición de poder liquidarlo cuando me diese la gana), sino que además incluía una garantía de 2 años (por parte del fabricante, no del concesionario) y un dispositivo LoJack, un sistema antirrobo bastante efectivo (si me roban el coche, se activa un transmisor oculto en el coche que notifica a la policía, que generalmente puede localizar el vehículo en un par de horas; solamente funciona en grandes ciudades, algo aceptable teniendo en cuenta que principalmente me moveré por Chicago).

Tras firmar los papeles del prestamo, por fin pude salir del concesionario con mi flamante Borjamóvil. Dos semanas después de la compra, puedo decir que (de momento) estoy muy contento tanto con el coche como con el trato que alcancé con el vendedor.

Bueno, finalmente, y para los lectores más motorheads, aquí van unas cuantas especificaciones técnicas del bólido:

  • Largo: 4.43m
  • Ancho: 1.69m
  • Alto: 1.39m
  • Motor: 1.7L I4 SOHC 16V FI (no tengo ni idea de lo que significa esto; que alguien me lo explique, porfa! 😀 )
  • Caballos: 127
  • Capacidad del tanque de gasolina: 49.96L
  • Consumo de gasolina (en mpg, la medida estándar en EEUU): 32 millas por galón (en ciudad), 37 millas por galón (en autopista)
  • Consumo de gasolina (en unidades métricas): 13.62 km/L (en ciudad), 15.75 km/L (en autopista)
  • Miscelanea: Techo solar, ABS, sistema anti-robo, aire acondicionado, airbags, dirección asistida, …

Más especificaciones aquí.

Habemus vehiculum (y 2)

El post anterior fue bastante escueto, y ahora me siento tranquilamente a escribir más sobre la aventura de comprar un coche por estos lares. Antes de empezar, para los que no han seguido el relato desde el principio, este es un buen momento para leer el post Objetivo: Coche, escrito hace casi un año, donde expliqué mi motivación para sacarme el carnet y conseguir coche propio, y el resto de los posts en la categoría coche.

Resumiendo brevemente los acontecimientos más recientes: A finales de noviembre, me saqué el carnet de conducir, y a lo largo de diciembre acumulé bastantes millas en coches automáticos (principalmente en mi road trip navideño). Sin embargo, para poder conducir coches en mis visitas a España, tenía pendiente aprender a conducir con marchas (y, de hecho, mi intención ha sido siempre comprarme un coche manual). Tras unas cuantas lecciones, cortesía de una compañera del departamento, llegué al punto en el que me sentía cómodo conduciendo en tráfico y con marchas (aunque todavía no le había pillado al 100% el tranquillo al embrague). Así pues, hace una semana y pico recluté a un compañero de clase para ir a visitar concesionarios de coches, en busca del Borjamóvil. Encontré varios coches prometedores por Internet (aquí hay varias webs que recopilan la información de casi todos los concesionarios locales; no sé si habrá algo similar en España), aunque varias personas también me recomendaron que mantuviese mis opciones abiertas y que, además de ir a concesionarios que tengan un coche que haya encontrado por Internet, que vaya a concesionarios varios por si acaso tienen alguna ganga. Por lo tanto, nos planificamos para pasar medio día viendo los coches que encontré por Internet, y el resto del día yendo a grandes concesionarios. Eso sí, lo que tenía claro es que la marca que más me molaba (en base a lo que había leido, recomendaciones, etc.) era Honda y, más concretamente, el Honda Civic.

Empezamos el día en un concesionario oficial de Honda, donde (según su página web) tenían un Honda Civic del 2000 por un precio bastante razonable. Lo probé, y resultó ser bastante trasto. Olía a coche viejo y tenía un embrague muy cascarrabias. Sin embargo, justo al lado de ese coche había un Honda Civic del 2002, de dos puertas, que tenía muy buena pinta. De hecho, este es el coche que, un par de días después, se convertiría en el Borjamóvil. Pero todo en su debido tiempo… Lo probé, y resultó ser una gozada de coche. El amigo que me acompañaba, y que lleva varios años conduciendo con marchas (y, por lo tanto, mejor criterio que yo para estas cosas), también lo probó y no podía contener su entusiasmo por lo bien que se manejaba. Tras probar los dos coches, nos sentamos con el vendedor, que me hizo una oferta para ambos coches. El 2000 podía permitírmelo sin problemas, y el 2002 se salía (aunque no demasiado) del presupuesto que tenía previsto. Puesto que era el primer concesionario que visitábamos, tampoco queríamos ponernos a negociar, así que nos largamos, para ver si encontrábamos algo mejor y/o más barato en otro concesionario.

Nos dirigimos al siguiente concesionario, donde tenía fichado otro Honda Civic 2002, aunque con el doble de millas que el del anterior concesionario. Sin embargo, al llegar me informaron de que lo habían vendido hace una hora. No fue un revés muy grande, porque el concesionario resultó tener muy mala pinta. Y, a pesar de haber «vendido el coche», sigue listado en su página web… mal rollito.

Tras esos dos concesionarios, decidimos que lo más productivo sería ir a algún sitio con una alta concentración de concesionarios, para poder visitar varios de golpe. Ese lugar resultó ser Orlando Park, un suburbio Chicaguense, donde había una carretera en la que podían discernirse concesionarios hasta el infinito y más alla. Fuimos a concesionarios de Honda, Acura, Toyota, Nissan, y Subaru, y no hubo suerte. En algunos concesionarios, incluso me miraban con cara de bicho raro en cuanto soltaba las palabras «transmisión manual».

Al final del día, los coches que vimos en el primer concesionario parecían los más prometedores, aunque comprar el Honda Civic del 2002 requeriría mirar cuidadosamente mis finanzas y negociar un precio más barato. El lunes siguiente volví al concesionario, pero dejo el relato de cómo conseguí adquirir el Borjamóvil para el post siguiente, y de momento os dejo con mi principal impresión al final del día: Los vendedores de coches usados son exactamente como los pintan en las películas. Manipuladores, maquiavelicos, sicofantes, y dispuestos a hacer lo que sea por vender un coche. En cuanto ven cualquier posibilidad de venderte un coche, se aferran a ti y, por mucho que les digas que no te interesa ninguno de los coches que has visto, siguen dándote la brasa. Para que os hagáis una idea, muchas de las conversaciones que mantuve con vendedores fueron más o menos así:

Borja: Hola, me preguntaba si tenéis coches pequeños usados y con transmisión manual.
Vendedor: ¿Coches con transmisión manual? Sí, tenemos alguno, pero tenemos muchos más coches con transmisión automática. ¿Seguro que no prefieres uno de esos? ¡Son mucho más sencillos de conducir!
B: No, la transmisión manual es condición sine qua non.
Vendedor: Vale, ¿cuanto tienes pensado gastar en este coche?
B: No más de X dólares.
Vendedor: No tenemos coches manuales a ese precio.

[Por lo que a mi respecta, eso significa el final de la conversación. Sin embargo…]

V: ¿Has pensado en comprar un coche nuevo? ¡De esa manera, no tendrás problemas en conseguir un coche con transmisión manual!
[Un coche nuevo, incluso los modelos más baratos, cuestan entre 1.5 o 2 veces más de lo que tengo pensado gastar]
B: Oiga, que le he dicho que no quiero gastar más de X dólares. Un coche nuevo se sale completamente de mi presupuesto.
V: ¡Puedes financiarlo con un prestamo!
B: Para la cantidad X ya estoy teniendo en cuenta que parte del coste tendré que financiarlo. Si me compro un coche nuevo, me endeudaría hasta las cejas y no puedo permitírmelo.
S: ¿Y qué tal un contrato de leasing?

En fin, llegados a ese punto, casi quería gritarles: «¿Acaso no entiendes lo que estoy diciendo? U-SA-DO. Quiero un coche U-SA-DO de marchas. Y si no lo tienes, YO-ME-VOY.» Eso sí, al parecer no hice más que tocar la punta del iceberg. Algunos de mis compañeros (americanos) de clase, que han tenido que padecer a vendedores de coches usados más veces, los describen como «la escoria más inmunda del planeta». Porque, en cuanto muerdes el anzuelo, utilizan todo tipo de estratagemas y trucos para conseguir que pagues lo máximo posible por el coche. Pero, lo dicho, eso lo dejo para el siguiente post.

Conduciendo, que es gerundio

Tan solo cuatro días después de sacarme el carnet de conducir, me ha tocado ejercer como conductor a tope. Me explico. En junio pasé dos semanas en Colombia para impartir un curso de computación grid y, durante dicha visita, establecí contacto con un grupo de investigadores Colombianos que están involucrados en la creación de GridColombia, la grid nacional de Colombia. En base a ese contacto, en Argonne National Laboratory se decidió invitar a una delegación de investigadores Colombianos a Chicago para que pudieses reunirse con todos los gurus de grid que tenemos aquí, para que estén bien informados a la hora de crear GridColombia. En fin, la visita se planificó para la semana pasada, y me tocó organizarla a mi (por cierto: si alguna vez os proponen organizar una visita oficial de una delegación de investigadores, pensaroslo bien… es muchísimo más curro de lo que parece).

Bueno, ¿y que tiene todo esto que ver con conducir? Pues como era el organizador de la visita, una de mis responsabilidades era el tema del transporte. Moverles en taxi de un lado a otro era demasiado caro, así que en el laboratorio decidieron que lo mejor era que alquilase un coche y estrenase mi flamante carnet de conducir para poder llevar a los visitantes de un lado a otro. Ya sé que suena mucho a chofer, pero no lo es, ya que yo tenía que ir a bastante de las reuniones que les organicé. En fin, me puse a mirarlo y pensaba que con un coche normalito bastaría (solo venían tres investigadores), pero en el laboratorio me dijeron que no, que mejor alquilar un «minivan» o un SUV por si acaso había que llevar a más gente a comidas, cenas, etc. Al final, en la agencia de alquiler de coches me dieron un Toyota Sienna, un coche bastante más grande que a los que estaba acostumbrado.

Así que me tiré toda la semana conduciendo un buque insignia por Chicago. Tras siete días, y un total de 1,000 kilómetros, tengo las siguientes observaciones sobre la conducción «de verdad»:

  • En Chicago, los limites de velocidad no son más que una sugerencia. En algunas autopistas urbanas, iba a más de 10-15 millas por encima del limite de velocidad, y todavía era «el lento» al que todos los coches adelantaban. Mis amigos chicaguenses me aclararon que, en las autopistas urbanas, hay que «ir con el flujo del trafico», sin prestar mucha atención al limite de velocidad. De hecho, si vas demasiado lento (es decir, justo a la velocidad «máxima») puedes causar un accidente. Otra cosa interesante es que la señal de giro se la pasan por el arco del triunfo. Una cantidad preocupante de gente cambia de carril en las autopistas sin señalizar y, más de una vez, he visto a coches que pasan del carril más izquierdo al carril más derecho de una autopista de 4-5 carriles a toda pastilla y sin señalizar.
  • Escogí la peor semana posible para empezar a conducir «de verdad». Esta ha sido la semana de las primeras tormentas de nieve del invierno, con lo cual me ha tocado conducir con nieve, lluvia, y hielo en las carreteras. Para colmo, ahora que los días son tan cortos, también me he curtido en conducción nocturna. Eso sí, cabe destacar que Chicago es una ciudad que está hiper-preparada para el mal tiempo, con lo cual la nieve y el hielo en las autopistas los retiran muy rapidamente. En mi barrio, en cambio, algunas carreteras tenían una capa de hielo encima de ellos. No recuerdo haber estado jamás en un coche en el que el ABS haya actuado en tantas ocasiones en tan poco tiempo…
  • No vuelvo a conducir un «minivan» de nuevo en mi vida. Una cosa es conducir un coche normalito, y otra cosa bien distinta conducir semejante mastodonte. Estar al tanto de lo que ocurre detrás tuyo y a tus lados es más complicado, y aparcar el coche en paralelo es poco menos que imposible. De entrada, es difícil encontrar espacio para el coche en la ciudad. Además, no es tan fácil maniobrarlo como un coche pequeño. La primera vez que intenté aparcarlo, no había manera, y pensaba que en tan solo unos pocos días ya se me había olvidado como aparcar un coche. Afortunadamente, varios amigos me aseguraron que no es que yo fuese un inepto al aparcar, sino que esos coches son bastante complicados de aparcar. Al final, mis opciones de aparcamiento se limitaron a espacios donde pudiese meterlo cómodamente sin casi maniobrar.

Pero bueno, mirando el lado positivo, he conducido durante siete días y 1,000km sin ningún incidente, en ciudad y autopista, con buen tiempo y con mal tiempo, y con los conductores agresivos de Chicago. Me han asegurado que, si sabes conducir competentemente en Chicago, estás sobradamente preparado para conducir en cualquier otro lado. Me pregunto si cuando conduzca en España me parecerá coser y cantar…

Licenciado

No, no es que me haya sacado otro título universitario… es que ya tengo «licencia» para conducir:

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Efectivamente, ¡ya me he sacado el carnet de conducir! ¡Albriquias, alegrata, me late el cardiotripa!

Esta mañana (bueno, técnicamente a la hora a la que estoy escribiendo esto debería decir «ayer por la mañana» 😛 ) realicé el examen práctico y lo aprobé sin problemas. Sin embargo, antes de hablar sobre el examen práctico, tengo que relatar lo que aconteció antes del examen. Remontémonos a septiembre, cuando empecé las clases prácticas con una academia de conducir que me habían recomendado varias personas. Mi instructor, un tío joven y muy majo, pronto me ayudó a sentir cada vez más confianza en mis habilidades conductoras. En las primeras lecciones me sacaba pegas a casi todo (naturalmente), pero en las siguientes lecciones solamente me ponía pegas al realizar ejercicios «avanzados» (aparcar en paralelo, etc.), mientras que el resto ya se daba por supuesto que lo sabía. Es decir, tras seis lecciones, y bastantes excursiones conduciendo con compañeros de clase que me dejaron conducir sus coches, pues al girar el coche ya no pensaba en términos de «este giro es un giro cerrado en el que tengo que girar el volante de tal manera, acelerar en tal momento, etc.» sino que giraba y punto. Y lo mismo para frenar, cambiar de carril, etc. Llegado un cierto punto, este tipo de cosas ya te salen naturalmente.

En fin, el día del examen práctico me levanto pensando que no voy a tener ningún problema en aprobarlo. Ningún estrés pre-examen. Y no lo digo por ser un creído, sino porque tanto mi instructor como mis amigos me dicen que seguramente estoy demasiado preparado para el examen (que, como describiré más adelante, no es muy complicado). Puesto que tienes que traer tu propio coche para hacer el examen, el plan es sencillo: el instructor me viene a recoger a casa sobre las 10:30 con un coche de la academia, vamos juntos al centro donde te examinan, y listos (el examen no lo imparte la propia academia, la tiene que impartir un empleado del gobierno del Estado de Illinois). Única pega: en la academia me han avisado que mi instructor habitual no está disponible esta semana, y que tengo que ir con otro instructor. En principio, aunque me repatea un poco el no poder ir con mi instructor habitual, tampoco me preocupa demasiado porque, total, lo único que vamos a hacer es ir a que me examinen, hacer el examen, y volver.

Por supuesto, Murphy intervino, y esto resulto ser una putada. Grande.

El instructor que vino a recogerme resultó ser un señor un tanto mayor que, por ponerlo levemente, tenía un toque de cabrón hijoputa. De camino al examen, me puso pegas a todo lo que hacía, e insistió en que «practicásemos giros» antes del examen, como si esta fuese mi primera lección de conducir. Y claro, lo que antes hacía con naturalidad, empecé a hiper-analizar en cada instante, porque si no Matusalén se picaba y me decía que si el giro lo he hecho un pelín ancho, que si he parado en la señal de stop dos segundos, en vez de los tres segundos reglamentarios, o que si tengo que empezar a frenar un poco antes. Que conste que yo no estaba haciendo nada que fuese imprudente (ni mucho menos peligroso o ilegal). Yo simplemente estaba conduciendo como he estado conduciendo estas últimas semanas con mi instructor habitual o con mis amigos. Pero claro, este instructor se empeñó en que tenía que volver a conducir ultracorrectamente. Ese estilo de conducción me parece adecuado para las primeras lecciones, pero poco apropiado cuando ya tienes más experiencia. Joder, a estas alturas me toca un poco las narices que me insista en que tengo que empezar a girar exactamente cuando el salpicadero de mi coche esté alineado con la calle a la que quiero girar, o que me diga que soy poco previsor por no ponerme en el carril izquierdo con dos bloques de antelación a un giro a la izquierda (y no olvidemos que un bloque de edificios aquí en EEUU es bastante grande). No señor, no es que sea poco previsor: es que no soy gilipollas y ya sé cambiar de carril con solo medio bloque de antelación, sobre todo cuando apenas había otros coches en la carretera.

El problema de todo esto es que el tener que sobreanalizar todo lo que hago empezó a incrementar mi antes inexistente nivel de ansiedad, y los nervios empezaron a jugarme malas pasadas, y sí acabé haciendo giros y frenadas bastante lamentables que no había perpetrado desde mi primera lección de conducir. El instructor incluso me pregunta «Oye, ¿seguro que tu instructor habitual te dijo que estabas listo para hacer el examen práctico?». Yo le digo que sí, y le explico que llevaba ya dos meses entre lecciones con instructor y conduciendo con amigos y, aun así, cuando llegamos al centro donde te hacen el examen práctico, va y me suelta la siguiente perla en cuanto aparcamos:

Pues no me parece que tú estés listo para hacer el examen práctico.

Cagate lorito. Mi primer instinto es responderle «Mira, especie de ciruela motorizada, si no me hubieses tratado como un conductor principiante, dándome la brasa con detalles insignificantes durante una hora seguida, no estaría tan nervioso. Mi instructor habitual, que me conoce bastante mejor que tú, me ha dicho que estoy listo, y yo aquí he venido a hacer el examen práctico y lo voy a hacer», pero me conformé con algo mucho más diplomático: «Uy, es que yo me pongo muy nervioso siempre antes de un examen, debe ser eso, la culpa es mía y solo mía, jijiji». Claro, la putada es que a esas alturas estaba nervioso (y de semejante mala leche) que empecé a preguntarme si por culpa del este mamarracho iba a acabar suspendiendo el examen práctico.

En fin, tras un poco de papeleo, al final me encontré en el coche yo solito con un examinador (no puede haber nadie más en el coche, lo que significa que el abuelo no puede venir conmigo durante el examen). En ese momento, se partieron los cielos. Sin la voz de un carcamal de fondo, y con una examinadora cordial y educada, todo cambió. Salimos del aparcamiento, conducimos un poco por el barrio. Dejé de sobreanalizar lo que hacía (porque la examinadora no puede darte ningún feedback, únicamente puede darte instrucciones), y conduje como siempre. En tan solo 10-15 minutos, la examinadora me dijo que había aprobado. Hubo un mini-momento de pánico porque pensaba que un examen tan corto sin duda significaría que había metido una gamba tremendisima y había suspendido (y la única gamba que cometí fue que en un stop no paré exactamente en la linea blanca, sino cruzandola un poco, algo que la examinadora observó). Más adelante, un amigo me comentó que lo que más valoran los examinadores es que conduzcas con confianza. Si te notan que le has pillado el tranquillo, el examen es breve y ni se molestan en hacerte aparcar (yo no tuve que hacerlo) ni a realizar otras maniobras más complicadas. Sin embargo, si ven que andas perdido, que pides clarificaciones cada dos por tres, etc. pues entonces es cuando se ceban y acaban examinándote durante media hora.

Cuando regresamos al aparcamiento, entré en unas oficinas y me dieron in situ mi carnet de conducir. El retorno a mi barrio (unos 20-30 minutos en coche) fue un pelín incomodo, porque yo estaba conduciendo, y el instructor seguía dándome la brasa con pequeños detalles, a pesar de que había aprobado el examen. Fue también durante este viaje cuando el instructor perdió puntos cuando (no sé exactamente cómo) acabamos hablando sobre Japón, y yo hice un comentario anodino sobre la cantidad de gente que vive «en unas isla relativamente pequeña», a lo que él responde «¿Japón está en una isla?». Inicialmente, pensé que se refería a que Japón está situado en unas islas, y me corregí rápidamente. Sin embargo, el puntualizó «Vaya, no sabía que Japón eran una serie de islas». Im. Presionante. Y cuando nos despedimos, me soltó la «enhorabuena» más falsa que he oído en mucho tiempo. En serio, he visto a gente mostrar más entusiasmo tras una patada en los mismisimos.

Pero bueno, si olvidamos al «Driving Instructor from Hell», toda la experiencia de sacarse el carnet ha sido bastante entretenida. Ahora, a conseguir coche propio.

P.D.- Como podéis observar a la izquierda de mi foto, estoy registrado como donante de organos en Illinois. Al parecer, en Illinois hay que registrarse previamente como donante, a diferencia de otras regiones donde todo el mundo es donante por defecto, salvo que se oponga la familia o el propio fallecido antes de morir (mirando por Internés, veo que este es el caso en España, si bien uno puede sacarse un «carnet de donante» para que la familia del fallecido no pueda oponerse a la donación). En fin, si vivís en un país o región donde no te registran por defecto como donante, os animo a que os apuntéis. De poco van a servir vuestros órganos pudriéndose en un ataúd, o tostándose en una incineradora 🙂

¡Brum brum!

Retomo un tema que empezó hace varios meses, y que he tenido bastante abandonado: conseguir un carnet de conducir aquí en EEUU. En resumidas cuentas, nunca he tenido carnet de conducir (ni aprendí a conducir en España a los 18 años) y me lo quiero sacar aquí en EEUU. Empecé el proceso en marzo de este año, y ese mismo mes aprobé el examen teórico. Lo siguiente, evidentemente, era practicar con un coche y aprobar el examen práctico, una tarea que he estado retrasando y retrasando… hasta ayer.

Ayer fue la primera vez, en toda mi vida, que he conducido un coche. En concreto, fueron dos horas al volante con un instructor de una autoescuela. Vino a recogerme sobre la una de la tarde, y me pidió que me sentase en el asiento del pasajero. «Estupendo,» pensé, «seguramente me va a llevar a algún parking o a algun lugar apartado para que primero pueda acostumbrarme a manejar el coche». Una vez en el coche, el instructor empieza a explicarme los distintos componentes del coche: como señalizar, como ajustar los retrovisores, etc. «Vale, en cuanto termine de explicar esto nos iremos a un parking o algo así.». Entonces me dice que me siente en el asiento del conductor. «¿Ein?» Me pide que le repita todo lo que acaba de explicarme, para verificar que lo he entendido. «Ah, es que simplemente quiere que pueda decírselo desde el asiento del conductor. Seguro que en seguida nos vamos al parking.» En fin, tras repetir como se encienden las luces, cómo señalizar a la derecha, etc. me dice «Vale, pues vamos a conducir un poco por el barrio. Pon el coche en marcha.»

«¿Lo cualo?»

Así, sin ninguna experiencia al volante, sin nunca haber manejado un trasto de semejante envergadura, el instructor quería que me pusiese a conducir en el alocado tráfico de Chicago (aunque en nuestro barrio, afortunadamente, es un poco menos alocado). Me tranquilizó diciéndome que él tenía su propio pedal para frenar, por si acaso, y que si me iba por donde no debía, que el agarraría el volante. Aun así, la idea de compartir la carretera con otros vehículos, sin ninguna práctica previa en algún entorno más aséptico, me acojonaba bastante. Pero, qué diantres, a veces hay que lanzarse y, si algo sale mal, el instructor estaba ahí para prevenir cualquier estropicio.

La primera media hora fue la más peliaguda, principalmente porque había muchas cosas sobre conducir un coche que, evidentemente, no sabía, ni te explican en los manuales de conducir. De entrada, no tenía ni idea que el acelerador era tan sensible. Yo me imaginaba que había que presionarlo con ganas para empezar a moverse y no, resulta que es bastante sensible. Y tampoco me imaginaba que el freno también era tan sensible… yo me imaginaba que el freno era algo binario: o frenas o no frenas, y punto. Con esa idea preconcebida, pues la primera vez que llegué a una señal de STOP, los frenazos fueron de película… Poco a poco ya me acostumbré a acariciar el freno, incrementando la fuerza con la que se presiona poco a poco hasta llegar a una parada suave.

Pasado el acojone con tareas tan sencillas como acelerar y frenar, pues ya pudimos practicar con todo tipo de giros, a ir por carreteras principales, entrar en callejones y luego retroceder marcha atrás, etc. Y la verdad es que, durante la segunda hora, ya me sentía bastante a gusto conduciendo, aunque todavía pegaba de vez en cuando unos acelerones y unos frenazos bastante guapos 🙂 Al final el instructor dijo que todavía tengo que mejorar mis giros y estar más al loro de todo lo que pasa a mi alrededor pero que, teniendo en cuenta que nunca he conducido un coche en mi vida, que lo hice bastante bien.

En fin, lo siguiente es recibir unas cuantas lecciones más al volante (aparcar en paralelo, conducir en autopista, conducir en el centro de la ciudad, etc.) y luego hacer el examen práctico. Varios amigos chicaguenses me han comentado que con 8-10 horas de lecciones con un instructor, y practicando luego por libre con amigos, fácilmente se puede sacar uno el examen práctico. A este ritmo, tendré mi carnet de conducir dentro de nada 🙂

Por cierto, seguro que más de uno se está preguntando si el coche era automatico o manual. Era automático, ya que la autoescuela unicamente ofrece clases con coches automáticos. Sin embargo, mi objetivo es aprender a conducir primero con un automático, y sacarme el carnet con un automático, pero luego aprender a conducir con marchas antes de comprarme un coche. De hecho, quiero comprarme un coche con marchas, para que luego cuando visite España no sea un cateto al volante.

Teórico aprobado

Como comenté en un post anterior, voy a aprender a conducir y a sacarme el carnet de conducir en EEUU. Esta mañana he hecho el examen teórico, que ha resultado ser absolutamente irrisorio. Tras empollarme el manual Illinois Rules of the Road, casi todas las preguntas estaban sacadas de las preguntas-ejemplo que proporciona el propio manual. En concreto, había 20 preguntas tipo test y 15 preguntas de identificación de señales de tráfico. Para aprobar hay que responder correctamente, por lo menos, 28 preguntas (se permiten siete fallos). Evidentemente, he aprobado el examen, y ya dispongo de un «permiso» (que no «licencia») de conducir. Es decir, en teoría, estoy autorizado para conducir un coche siempre y cuando vaya acompañado de un mayor de 21 años con un mínimo de 1 año de experiencia al volante. Por supuesto, lo primero que tendré que hacer será aprender a manejar un coche 😉

Por cierto, no tengo ni idea de cómo se realiza el examen teórico en España, pero por lo que me comentaban amigos en España antes/después de hacerlo, me da la impresión de que aquí en EEUU es un proceso bastante más rápido (y sencillo). Esto es lo que he hecho esta mañana:

  • 8:15 – Llego a las oficinas centrales del equivalente Illinoisense de la Dirección General de Tráfico. Al llegar, muestro mi identificación e indico que quiero hacer el examen teórico. Me dan un número, y voy a una sala de espera.
  • 8:20 – Cantan mi número, y me atiende una funcionaria que introduce unos datos en su ordenador, me hace unas preguntas de rigor («¿Entiende usted que el permiso de conducir es un privilegio y no un derecho?», «¿Tiene alguna condición médica que le impida conducir?» etc.). Me da un impreso ya rellenado, lo firmo, y me indica que vaya a la cola marcada «Cajero».
  • 8:25 – Pago $20 a la cajera (las tasas para hacer el examen escrito). La cajera me indica que me ponga en la cola «Examen escrito».
  • 8:26 – Presento toda la documentación a otra funcionaria. Me entrega un examen, un boli rojo, y me indica que me siente en una silla-mesa disponible (ni siquiera en una sala aparte… ahi mismo, en plena vista de todo el mundo que está haciendo otros tramites), haga el examen, y se lo devuelva.
  • 8:35 – Devuelvo el examen a la funcionaria. Saca una plantilla, lo corrige in situ, y sin decir ni una sola palabra, me entrega mi «Instruction Permit» y me suelta un sequísimo «You’re done».

Vamos, me suena que en España el examen escrito ni puedes hacerlo «on the fly» (sin cita previa) ni en tan poco tiempo… ¿alguien puede aclarar cómo funciona en España?

En fin, ahora a encontrar a algun pardillo… errr… amigo que me lleve a un aparcamiento vacío para practicar con un coche. Después, me imagino que también caeran algunas clases en autoescuela para aprender los aspectos más complicados de conducir (p.ej., conducir en autopista) con supervisión adecuada. Pero, por lo que me han comentado, las autoescuelas son bastante razonables comparadas con las autoescuelas tipo «robo a mano armada» que hay en España. Ya iré contando por aquí que tal me va…

Objetivo: Coche

El título ya lo dice todo. Por fin, y con ocho años de retraso, me voy a poner en serio a aprender a conducir, sacarme el carnet, y comprar mi primer coche (usado, por supuesto). Me parece que, antes de explicar los motivos detrás de esta decisión y, ya de paso, explicar el proceso que se sigue aquí en EEUU para estos menesteres, merece la pena abrir el baúl de los recuerdos y mencionar por qué nunca me animé, en mi tierna adolescencia, a sacarme el carnet.

Los 18 años es esa edad especial en la que adquirimos multitud de derechos en España, entre los que se incluye el derecho a sacarnos el carnet de conducir. Cuando alcancé el número mágico en 1998, la idea de poder conducir… pues no me emocionaba demasiado. Objetivamente, podía ver que era una habilidad que merecía la pena tener, pero no había absolutamente nada que me motivase a sacarme el carnet. Siempre he sido un fan no sólo del transporte público sino también de andar de un lado a otro. Y estos dos modos de transporte ya eran suficiente para satisfacer prácticamente todas mis necesidades. Ir la universidad, de Las Arenas a Deusto todas las mañanas, era sencillo con una combinación de metro y paseo. Los fines de semana, quedar con amigos en Bilbao era, de nuevo, sencillo con el metro. Ir al cine, generalmente en sitios a los que no llegaba el transporte publico (como centros comerciales), no era un problema porque mi padre (siendo crítico de cine), iba al cine en coche. Y para viajes más largos (Madrid y Barcelona eran destinos habituales en mis años universitarios), pues eran tan poco frecuentes que merecía el coste de ir en avión o tren. En resumen: no necesitaba un coche y, si lo hubiese tenido, lo habría utilizado más bien poco. A esto hay que añadir el hecho de que sacarse el carnet en España es (1) caro y (2) un coñazo. Todo esto me infundía en mi una enorme vagancia. Pasar por el proceso de sacarte el carnet sencillamente no podía compararse con la comodidad de mi fantástico pase anual del metro.

Antes de mudarme a EEUU, estaba convencido de que, una vez ahí, tendría que ponerme las pilas y aprender a conducir lo antes de posible, so pena de no poder ir a lugares tan básicos como el supermercado, mi oficina, etc. Me temía que la Universidad de Chicago sería una de esas universidades en el quinto pino, lejos de cualquier centro urbano. Afortunadamente, el campus está en plena ciudad de Chicago, y la ventaja de vivir en una ciudad grande como Chicago es que las distancias son relativamente cortas (mi apartamento está a 15 minutos andando de mi despacho) y hay supermercados, tiendas, etc. a la vuelta de la esquina (tengo un supermercado enorme a dos bloques de mi apartamento). Para todo lo demás, el transporte público es bastante bueno, con autobuses y trenes que te permiten ir de la universidad al centro de la ciudad («downtown») en 30 minutos (o 20 minutos, si todos los planetas se alinean perfectamente).

Así pues, el primer año en Chicago ni me plantee aprender a conducir. De hecho, la oficina de Asuntos Exteriores de la universidad nos recomendaba enfáticamente a los estudiantes extranjeros que ni nos planteásemos tener coche en EEUU. Estaba más contento que unas castañuelas con la cercanía a mi despacho y el supermercado. Y como todos mis compañeros de clase también vivían en la universidad, pues quedar con alguien requería un sencillo paseo de 10 minutos. Pero, poco a poco, sobre todo durante mi segundo año, me dí cuenta de que el barrio de Hyde Park (en el que se encuentra la universidad) se queda rápidamente corto. No hay cines (el cine más cercano está a 1h en transporte público), solo hay un par de restaurantes buenos, apenas hay zonas por las que pasear, y en periodos vacacionales (sobre todo navidades y en verano), el barrio está tenebrosamente vacío. Hyde Park es un barrio ideal para evitar distracciones, pero pésimo cuando necesitas un poco de entretenimiento.

Claro, una solución es moverse con transporte público. Ya he mencionado que el centro de la ciudad está a 30 minutos en autobús, que es bastante razonable. Pero otra cosa que descubrí tras pasar una temporada en Chicago es que al centro de la ciudad sólo merece la pena ir si eres turista o si eres rico. El centro siempre está aglomerado (hasta el punto de resultar incomodo tener que moverse entre el mar de gente, casi todos turistas) y todas las tiendas, restaurantes, y cines suelen ser bastante caros.

¿Y donde podemos encontrar una gran variedad de tiendas, restaurantes, y cines a precio asequible? Pues en la zona norte de Chicago («The North Side»). Problema: Mínimo 1h para llegar de Hyde Park a la zona norte por transporte público. Y no hay conexión directa: primero hay que tomar un autobús, y luego pillar un tren. Puede parecer que me quejo de vicio, pero también hay que tener en cuenta que en la vida del doctorando (en EEUU, por lo menos) hay muy poco tiempo libre. Si quiero ir a ver una película, y voy a perder dos horas en tránsito, pues no merece la pena. Y, precisamente por eso, he pasado de ir al cine dos veces a la semana en España, a ver sólo cinco películas en todo el año 2006. Evidentemente, esto no es sólo cuestión de poder ir al cine o de compras. En los dos años y medio que llevo en Chicago, he hecho bastantes amistades, y muchos de mis amigos viven en la zona norte. A veces, quedar con un amigo para algo tan sencillo como tomar un café, ver una película, ir a cenar, requiere un viaje de 1h30m. Para que nos hagamos una idea, es como si todos los fines de semana (estando en Bilbao) quedase con amigos en Burgos. Y volviese en el mismo día. Un coñazo, señora, no me lo niegue.

Y, aparte de razones puramente sociales, hay una larga lista de otros motivos que se han ido acumulando desde que llegue:

  • A menudo tengo que visitar el Laboratorio Nacional de Argonne (a 45km de la universidad), donde trabaja mucha de la gente involucrada en investigación Grid por estos lares, y estoy a la merced de un autobús que solo hace cuatro viajes en el día desde la universidad al laboratorio (y el último autobús de regreso sale a las 17:30).
  • Cuando voy a una conferencia, evidentemente no puedo alquilar un coche para moverme a mis anchas, y tengo que depender de taxis todo el rato (luego me los reembolsan, pero es un rollo).
  • La inefable Lisa Childers, co-autora de mi libro, vive en los suburbios de Chicago. Quedar para cenar en su casa, o atender la ocasional juerga con la gente de Globus, es toda una aventura. Si voy en tren, tardo unas dos horas en llegar desde Hyde Park. Y como es un tren de cercanías con una frecuencia irrisoria (cada 1 o 2 horas) pues hay que planificar el viaje con antelación. Y, siendo lo que son las distancias en EEUU, pues el tren de cercanías no me deja «cerca» de la casa de Lisa. Hay que venir a recogerme, y a la vuelta hay que llevarme de vuelta a la estación (o, el fin de semana, cuando la frecuencia es incluso peor, hay que encontrar a alguien que me lleve de vuelta a Hyde Park).
  • Los alrededores de Chicago están rodeados de lugares que me encantaría visitar, sobre todo varios parques naturales y el observatorio Yerkes. Pero, sin coche, imposible. A esos lugares no te lleva ni el tren de cercanías.
  • Desde que vine a EEUU, tengo ganas de hacer un auténtico y genuino road trip americano (a ser posible, con los 4 magníficos; ya sabéis quienes sois y espero que recordéis que esto lo hablamos en una ocasión 😀 ). Pero para hacer un road trip pues hace falta saber conducir y tener coche.
  • Etc., etc., etc.

Por lo tanto, como ya he dicho al principio, me he decidido a aprender a conducir y a comprar mi primer coche. Sacarse el carnet en EEUU es, en general, bastante sencillo, aunque varía en cada estado. En Illinois, el coste del carnet de conducir es $10 (7.5€ al cambio). Esto incluye el examen teórico, el práctico, las pruebas médicas, etc. Ambos examenes (el teórico y el práctico) se hacen el mismo día y sin cita previa (los resultados del teórico se saben instantáneamente y, si apruebas, pasas a hacer el práctico). En mi caso es un poco distinto, porque primero tendré que hacer el teórico para disponer de un permiso provisional que me permite conducir con otra persona (es decir, no es posible realizar clases prácticas sin el permiso provisional). Cuando ya me sienta cómodo detrás del volante, pues podré hacer el práctico. Y después de eso, a buscar coche, seguro para el coche, etc.

Pero bueno, todo eso ya lo iré contando aquí. De momento, lo más inmediato es sacarse el examen teórico, que seguramente haré la semana que viene. En el estado de Illinois basta con empollarse las Illinois Rules of the Road para el teórico y, de momento, no lo veo muy complicado… En fin, ya os contaré aquí que tal me va en el examen 🙂

P.D.- Visto lo que he dicho en este post sobre las distancias en Chicago, y lo que se tarda en llegar de una punta de la ciudad a la otra punta, me parece un buen momento para recordar que Chicago es una ciudad muy grande. Tiene un área de ~600km² (Bilbao tiene ~40km², el Gran Bilbao tiene ~500km², y Madrid tiene ~600km²). La ciudad tiene, estrictamente, «sólo» 2,8 millones de habitantes (menos que Madrid), pero el área metropolitana de Chicago, denominada «Chicagoland» (de la misma manera que nos referimos a Bilbao y alrededores como «Gran Bilbao») tiene una población de casi 10 millones (el Gran Bilbao tiene una población de ~900,000 habitantes). Para que nos hagamos una idea, Chicagoland tiene más población que los 10 estados menos poblados de EEUU juntos (Wyoming, Vermont, Dakota del Norte, Alaska, Dakota del Sur, Delaware, Montana, Rhode Island, Hawaii, y New Hampshire), y más habitantes que países como Suecia, Austria, Suiza, o Israel.